martes, 5 de febrero de 2013

Vestidos

Cuando tenía cómo 9 o 10 años, mis amigas y mis primas que son de mi edad, tenían enormes tenis-plataformas, jeans, donas para el cabello en las manos y los suéteres y franelas amarradas a la cintura; caminaban cómodas y contentas con el cabello suelto con apenas una pasada del peine, cantaban canciones que habían escuchado en sus grabadoras o la radio decenas de veces al día, hablaban de la misma forma, juntas podrían haber sido miembros del mismo club.

Yo tenía el armario lleno de vestidos, faldas y apenas un par de pantalones y shorts. Usaba mallas y zapatos, los tenis eran para ocasiones especiales en los que sabíamos que saldríamos a jugar a otro lugar fuera de casa. Mi cabello siempre estaba perfectamente peinado y recogido, lo que costaba constantes regaños y lágrimas por las mañanas en que mi mamá me peinaba y yo me quejaba de que me jalaba el cabello. Mis primas y mis amigas se fastidiaban de no poder saltar y jugar conmigo porque mi indumentaria no me lo permitía, a veces hablaban de la canción del momento y la cantaban mientras yo las miraba sin entender de lo que hablaban y tratando de poner suficiente atención para aprenderme la letra yo también.

En ese tiempo me costó trabajo ser parte de lo que todas las demás eran. 

Con el tiempo entendí por qué mi mamá no me dejó ser cómo todas las demás, ella había carecido de muchas cosas cuando era pequeña, con hermanas más grandes y más pequeñas, tanto la ropa como los juguetes tuvieron que pasar de mano en mano, y no es que no tuvieran linda ropa nueva, es que era un gusto reservado para ciertas ocasiones especiales. Por mucho tiempo pensé que mi mamá estaba algo decepcionada de mí por no haber heredado su belleza, pero pensando en retrospectiva, justamente en esa época en que la imagen empieza a tomar más valor, ella se encargó de vestirme para no ser una más del montón, para que mis vestidos de terciopelo y flores, mis sombreros y mis zapatos proyectaran la imagen que ella tenía de mí y que seguramente ella anheló en su infancia: una princesita.