sábado, 16 de abril de 2011

Cruda Moral

Extraña sensación, debería sentirme orgullosa de este frenesí de emociones? Tal vez no debería... o quizá si, son sentimientos finalmente sentimientos diferentes a los que me han abordado en los últimos meses.

Hombre a fin de cuentas, de esos chicos sencillos que disfrutan con imágenes y que creen en las personas, tan cercano a lo profundo y aún así divirtiéndose en lo superfluo. Escribe su risa, sabes que encuentras a un buen hombre cuando se toma el tiempo en especificar las manifestaciones de su cuerpo, no es lo mismo reir "jajaja" que "jejeje"; él parece entender esa diferencia.

Un par de coqueteos, nada distinto a lo habitual, es hasta que ve una foto que no le gusta que empieza a dejar distancia; yo me doy el lujo de juzgarlo, qué esperaba de una red social?! Me decepciono de nuevo, soy "demasiado", lo sé.

Luego regresa[mos], y hacemos un contrato, desconfío de sus ideas, pero yo también lo necesito y por eso acepto, se ha establecido un día y una hora, nada fuera de lo común.

En los días siguientes apenas hablamos, no se ha tomado la confianza de preguntarme mis apellidos, mucho menos de mi flor favorita, mi bebida refrescante o de como prefiero los huevos en la mañana [estrellados, por si a alguien le interesa]; sólo manifiesta su interés una noche antes de la fecha establecida, nos confirmo que sigo con el plan y así la mañana del lunes ha llegado.

He hecho la rutina para estas ocasiones: cabello planchado, lencería de encaje oscura, tacones altos, perfume y en la carterita, lubricante y condones. Llego a su casa, me ha hablado de él tratando de convencerme de su buena salud y costumbres, no le pongo mucha atención, sólo pienso en que su cuarto huele igual que -él-, sonrío con melancolía y regreso a la conversación con una risa pícara, que le demuestre que no tengo mucho interés en hablar, no así, no ahora.

Apaga la luz, cierra la puerta y se acerca a besarme, lo respondo, hasta ese momento es que he sentido deseo de él. Me gusta como lo hace, nuestras lenguas juegan, muerdo sus labios, nos acariciamos, el ritmo aumenta, la respiración, la ropa vuela, se quita los anteojos, en algún momento siento que ha durado mucho y me gusta. Hace calor, estamos mojados en el sudor del otro, no importa, ahora uso mi lengua, pienso en -él- de nuevo: me decía que era lo que más le gustaba, ahora miro a mi compañero, no puedo leer su expresión, no me pide que lo mire y eso me da desconfianza... Otra posición de nuevo, lo disfruto más, me dejo llevar por completo, el vaivén sigue, el sudor, el aire caliente, su respiración cerca de mi oído, la humedad los gemidos, las peticiones, el calor recorriendo el cuerpo, los jadeos, los gritos, la explosión...

Lo vuelvo a mirar, me pregunta si quiero tomar una ducha, acepto; mientras estoy debajo de la regadera entra, pienso que quiere seguir aquí, me responde diciéndome que me deja una toalla y sale. De nuevo en su cuarto, hablamos de música, me muestra su libro favorito, detrás de sus anteojos puedo ver esa mirada, la entiendo y la comparto. Ambos tenemos el corazón roto; pero nadie habla de eso, recuerdo que tiene clases a las 2 y no muestra interés en caminar juntos, lo entiendo, yo tampoco quiero.

En la puerta nos despedimos como los extraños que somos. En el camino pienso en él, las cosas que tienen en común, lo que me gustó más, lo que dolió menos... Pienso que aún menos cosas tenemos en común, que ni siquiera nos vemos con deseo o ansia, no me gusta, hay algo en él que me desconcierta o tal vez sea mi corazón que late más lento cuando lo ve; pero lo quiero cerca, quiero sus manos recorriéndome, su lengua en mi boca, mis piernas abrazadas a su cintura, lo deseo, por la posibilidad que representa o tal vez es que necesito algo de atención...

Confío en que algún día encontraré a un chico de anteojos que no me rompa el corazón.