Lo que siempre me molestó de este día fue el amor forzado
que se esparce por todas partes. Todo mundo habla de regalos para mamá y todos
pensamos que tenemos la mejor mamá del mundo, sólo en este día nos aventuramos
a hacer esta reflexión que en otras fechas no tiene lugar ni sentido alguno.
Mi mamá era promedio, debo decir: ni muy mala ni muy buena.
Ella y yo éramos completamente diferentes, las cosas que a ella le gustaban a
mi siempre me causaban conflicto. Yo siempre he sido cursi, hogareña y
preocupona, mi mamá solía reírse de las veces que lloraba viendo películas y
solía salir con sus amigas a bailar a salones.
Tengo una carta que me escribió cuando yo estaba en la secundaria
y en ella está escrito, por única ocasión, que estaba orgullosa de mi. No solíamos
hablar de sentimientos ni sueños; hablábamos de lo que había acontecido en el
día, de lo que tendríamos que hacer al día siguiente. Ella me hablaba de
ciertos problemas con mi papá y la única vez que le hablé de un –trauma- con un
chico, me regañó por no haberle contado antes.
Sé que ella esperaba cosas diferentes de mi, así como yo
también esperé detalles de su parte. Éramos muy diferentes.
Pero tuvimos nuestros momentos, recuerdo esa mañana en que
me miró mientras me arreglaba para ir a la escuela y de pronto me abrazó sin decirme
nada, o las incontables ocasiones en que me compraba un helado y nos sentábamos a
platicar en la placita.
Siempre confió en mi y nunca cuestionó mis decisiones, aunque
le complicaran las finanzas o no las compartiera. Aunque tuviera modos bruscos
de expresarse, al final siempre me tendió la mano y me facilitó el camino para
lograr mis metas. Todos pensamos que nuestros papás harían cualquier cosa por
nosotros, pocos tenemos la oportunidad de verlo.
Yo la recuerdo en este día, porque sé que le gustaba. Espero
verle en mis sueños para darle su abrazo y ponernos al día. Sin llorar, sólo
sonreír, cómo antes.
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