miércoles, 1 de junio de 2011

iT

Esperaba el bus como siempre, de pie en el mismo lugar que todos los días que lo debe hacer, ya hay personas que reconoce con la mirada: la señora que vende dulces, el señor que debe pasar con su bici y que siempre debe pedir permiso, una y otra vez para que le hagan espacio. El hastío en la miradas, el coqueteo en los ademanes, todo siempre pasa.


Sube al autobus y cuando está por elegir un asiento una mancha roja llama su atención al fondo del pasillo, es un payaso con sombrero de charro, zapatos enormes color verde y esa gran nariz en medio del rostro que enmarca la sonrisa perturbadora que le dirige. Ella siente escalofríos y toma el asiento más lejano a ese hombre.


Acomodada intenta calmarse, respira hondo, cierra los ojos y se concentra en la melodía que sus audífonos le regalan. Cuando los abre, el hombre se ha sentado en frente de ella y la está mirando de nuevo, con esa sonrisa enorme en los labios, ella ahoga un grito y lo mira aterrorizada. El payaso le pregunta: Qué quieres?, y con aún más sorpresa para ella, con el tono má calmado e indiferente le responde: "ir a casa".


El payaso ahora se pone serio, pero la mirada sigue fija en la de ella y vuelve a preguntar -Qué quieres?- Ella mantiene la postura y ahora dice -dormir...-. El payaso ahora recorre su cuerpo con sus ojos, ella no entiende como sigue teniendo esa "coversación" con él y sobre todo, como la gente al rededor no muestra interés, cómo se ha borrado por completo de ese lugar que, pasara lo que pasara, nadie lo notaría. El payaso sigue preguntando con la misma sonrisa de antes.


Ella ya ha respondido todo lo que le venía la mente: agua, un helado, unos zapatos, la bolsa que vió el otro día, más tiempo, una voz femenina, el peso ideal, buen sexo casi todos los días, un poco de fortuna, una mesa de queso, un trago de Moet, que la deje en paz, la vida loca... y justo cuando se debe parar porque ha llegado a su destino, el payaso se pone de pie de frente a ella, con un ademán rápido se acerca a su oído, mientras siente como el frío recorre su cuerpo de la cabeza a los pies de nuevo; ella contiene su respiración y él le hace esa tormentosa pregunta de nuevo: -Pixie, qué quieres?

-Él, lo quiero a él...

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